miércoles, 10 de diciembre de 2008

EL PLANTADOR DE DATILES



ES UN RELATO QUE HE APRENDIDO HOY Y ME ENCANTARÍA COMPARTIR CON VOSOTROS POR QUE DA MUCHO QUE PENSAR.

En un oasis escondido entre los mas lejanos paisajes del desierto se encontraba el viejo Eliahu de rodillas, al lado de unas palmeras datileras.

Su vecino Hakim, el acaudalado mercader se detuvo en el oasis para que sus camellos abrevaran y vio a Eliahu sudando mientras parecia escarbar en la arena.

_¿Que tal anciano? La paz sea contigo.

-Y contigo- contesto Eliahu sin dejar su tarea.

-¿Que haces aquí con este calor y esa pala en las manos?

-Estoy sembrando- contesto el viejo.

-¿Que siembras aquí, Eliahu?

-Dátiles- respondió Eliahu mientras señalaba al palmar de su alrededor.

-!Dátiles!- Repitió el recién llegado. Y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez del mundo.- El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa de licor.

-No, debo terminar la siembra Luego, si quieres beberemos.....

-Dime, amigo, ¿Cuantos años tienes?

-No sé...sesenta, setenta, ochenta...lo he olvidado. Pero eso, ¿Qué importa?

-Mira, amigo. Los dátiles tardan mas de cincuenta años en crecer, y solo cuando se convierten en palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Yo no te estoy deseando mal, y lo sabes. Ojala vivas hasta los ciento un años, Pero tú sabes que dificilmente podrás llegar a cosechar algo de lo que hoy estás sembrando. Deja eso y ven conmigo.

-Mira Hakim. Yo he comido dátiles que sembró otro, otro que tampoco soñó con comer esos dátiles. Yo siembro hoy para que otros puedan comer mañana los dátiles que estoy plantando....Y aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.

-Me has dado una gran lección, Eliahu. Déjame que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me has dado.

Y diciendo esto, Hakim puso en la mano del viejo una bolsa de cuero.

-Te gradezco tus monedas, amigo. Ya ves, a veces pasa esto: tú me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara. Parecía cierto, y sin embargo, fíjate,todavía no he acabado de sembrar y ya he cosechado una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.

-Tu sabiduría me asombra, anciano. Esta es la segunda gran lección que me das hoy, y quizás es la más importante que la primera. Déjame pues que pague también esta lección con otra bolsa de monedas.

-Y a veces pasa esto- siguió el anciano.Y extendió la mano mirando las dos bolsas de monedas.-Sembré para no cosechar y, antes de terminar de sembrar, coseché no solo una, sino dos veces.

-Ya basta, viejo. NO sigas hablando.Si sigues enseñándome cosas tengo miedo de que toda mi fortuna no sea suficiente para pagarte...


Este relato se lo dedico a mi abuelo, la persona que mas me ha marcado en la vida y probablemente de la que mas he aprendido-Abuelo, donde quieras que estés quiero que sepas que siempre estare contigo, desde que no separamos, no hay un día que no te recuerde con todo el cariño con el que me deja el corazón.Y que cuando te echo mucho de menos voy a la playa donde estuvimos juntos por ultima vez a buscar algun recuerdo...te quiero.

4 comentarios:

  1. ¡Que relato mas enternecedor!:Alma yo también vivo en Málaga la bella, espero que algún día podamos tomarnos un cafetito, ¿vale?...un saludo cariñoso..de Esperanza.

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  2. CLARO CUANDO KIERAS DAME TU MSN Y HABLAMOS.SALUDOS.

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  3. Me encanta este tipo de relato!y las palabras dedicadas a tu abuelo...dicen mucho de ti.Un besote

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  4. tu abuelo plantó en ti muchas semillas porque como persona inteligente y sensible sabía que eras terreno fértil.
    donde esté se sentirá orgulloso y espero que le llegue tu cariño y nuestro recuerdo.

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